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sábado, 15 de diciembre de 2012

Preparativos


Con cuidado de que no se les caigan los alfileres, las costureras se arrodillan a los pies del condenado a muerte. Al doblar los bajos del pantalón, observan que el grillete se ha comido la carne que aprisiona. No dicen nada. Allí nadie habla. Tras diez minutos de trabajo concluyen y la mayor de las dos se levanta emitiendo un sonoro suspiro. Los verdugos, que esperaban impacientes la señal, toman al preso para seguir el camino. La joven les ordena parar con la autoridad de un general. Ellos obedecen y observan atónitos cómo con sumo cuidado acerca un espejo hasta situarlo enfrente del condenado. Él se mira y sonríe.

Víctor Gutiérrez Sanz
AyG

viernes, 19 de octubre de 2012

El enorme vértigo que se siente cuando se da el salto a la piscina, o el lanzamiento comercial de 'Juego de sombras y espejos'



Por fin, el último paso está dado, ya todo el mundo (sí, todo el mundo) se podrá hacer con un ejemplar de Juego de sombras y espejos (Editorial Seleer, 2012).

Hoy, viernes 19 de octubre, sale a laventa el libro en Amazon y, por lo tanto, en el mundo entero. No os voy a engañar, me hace mucha ilusión verlo la semana que viene en librerías como Oletvm o Maxtor (llegará el miércoles); ahora bien, la realidad contemporánea me indica que hoy empieza su comercialización real.

Hasta ahora, el grupo de lectores de la obra se restringe a un pequeño núcleo de allegados y, también, a algún periodista. Las críticas son positivas (aunque alguna haya negativa, porque me ayudan a mejorar). Medios importantes y pequeños se han hecho eco de la noticia. Por ejemplo, y por citar alguno, El Norte de Castilla, Valladolid en su tinta, o Radio Castilla y León. Todos ellos han realizado un enorme esfuerzo al ceder un poco de espacio a un escritor que aún no se considera escritor. Les doy las gracias.

Ahora bien, los que realmente tienen mérito son todos aquellos que han decidido gastarse 12 euros en el libro. La verdad es que esto me concome por dentro. Muchas veces, he tenido la sensación de sentirme estafado por un libro y, más de una vez, he barajado la triquiñuela de leerlo para devolverlo. Si alguien se ve en esta disyuntiva, no se lo echaré en cara. Yo he hecho todo lo posible por producir algo sincero.

Víctor Gutiérrez Sanz
AyG

martes, 2 de octubre de 2012

'Juego de sombras y espejos'


Al final, aquí está. Juego de sombras y espejos (Editorial Seleer, 2012). Con mi nombre en la portada y todo. Las emociones que he tenido desde el jueves han sido muy diversas. He pasado del miedo a una alegría condescendiente con mi propio trabajo demasiadas veces. Ahora, creo que me estoy empezando a distanciar. No sé por qué, pero hace unas horas, cuando abrí el último ejemplar que aún permanecía en mi regazo para echar una rápida ojeada, he tenido la sensación que aquellos relatos, antes tan míos, se habían alejado. Veo como corretean, los “jodios”, por mentes ajenas y tengo el temor de no volver a verlos nunca como antes. ¿Dónde terminarán?  

AyG

lunes, 27 de agosto de 2012

¿Cómo explicarlo?


A mediados del mes de julio, paseando por Madrid me sorprendió una llamada. Meses atrás y casi sin pensar en lo que hacía, había mandado un manuscrito con una compilación de diez relatos a un concurso literario modesto, pero con un gran premio: te publicaban el libro (además de agasajarte con una pequeña suma de dinero). Como otras tantas veces, lo envíe y me resigné a la espera. La sorpresa fue mayúscula cuando sonó el teléfono.

- ¿Víctor Gutiérrez?
- Sí, dígame.
- Le llamaba por el Concurso Literario Seleer. Ha obtenido el segundo premio. Se lleva 70 euros y publicamos su libro.
- ¡No me jodas!

Lo primero que hice fue llamar a los más cercanos. A los que leen todo lo que escribo y me dicen siempre, con buenas palabras, en qué me he equivocado. A los que me apoyan, aunque escriba el churro torticero más malo que jamás hayan visto (y eso pasa demasiadas veces) y a los que siempre me dicen que “se puede mejorar”. La primera semana fue de aleteo primaveral. No me lo creía.

Luego, vinieron el desengaño, los miedos y la verdadera realidad. Tras siete días vomitando sonrisas, me puse delante de la pantalla del ordenador y comencé a leer lo que había escrito (por duodécima vez). Me entró el miedo. Desde mi punto de vista, aquello era mediocre, demasiado íntimo, excesivamente primerizo. Fue entonces cuando volvieron a aparecer esas personas y me dijeron que no era para tanto.

Ahora, estoy en una fase intermedia. Sé lo que tengo entre manos y lo que dentro de un mes tendréis vosotros. Aquí hay mucho trabajo y un bonito recuerdo. Una primera piedra para mejorar, pero que estalla burbujas soñadoras y narcisistas. Sé que esto servirá para cimentar las bases de algo más sólido (y que por lo tanto, exigirá mucho más trabajo).

El 27 de septiembre a las 19.30 presento el libro de relatos en el Centro Cívico Zona Sur de Valladolid. Entonces, hablaré y teatralizaré una falsa seguridad. Enfrente, estará el tomo de Juego de sombras y espejos (así se llama el libro, Editorial Seleer). De lo que ocurra después, nada puedo decir.

Os mantendré informados.

jueves, 2 de agosto de 2012

Una solución factible contra la piratería de libros electrónicos


La crisis editorial en España causada por el alarmante descenso de los hábitos de lectura se ha acentuado recientemente con la aparición de nuevos soportes electrónicos que facilitan la copia ilegal de ejemplares. Durante el 2011, más del 70 % de los libros electrónicos leídos en España fueron descargados o bajados de manera gratuita de Internet. No obstante, según el último estudio realizado por la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos, ha incrementado en un 60 % el número de usuarios de la Red dispuestos a pagar por el consumo de contenidos digitales, siempre y cuando, el precio de venta al público decrezca de manera proporcional a la rebaja en los costes de producción  que se han generado con la eliminación de las fases de impresión, almacenamiento y distribución.

Los usuarios de libros electrónicos esperaban un mayor ahorro y habían generado unas expectativas muy poco realistas sobre la consecuente bajada de precios que suponía la llegada del formato digital. Consecuentemente, se ha ocasionado un desengaño entre los consumidores que no ven satisfechas sus pretensiones de amortización de los lectores electrónicos y que encuentran una solución fácil en las descargas gratuitas. Mientras, el sector editorial argumenta que el descenso del precio de venta al público no puede ser mayor porque el impuesto sobre el valor añadido de los libros electrónicos es del 21 %, pese a que el mismo producto en papel tiene un IVA del 4 %. 

La ley 9 / 1998 estableció un tipo impositivo superreducido para productos culturales como libros, periódicos o revistas sin establecer ningún tipo de diferencia entre continentes y contenidos. En tan solo catorce años, este modelo legislativo se ha convertido en un residuo arcaico, producto de un sistema anquilosado, que provoca desigualdades incomprensibles entre los consumidores de un mismo producto según el formato en el que lo compren. La concepción tradicional que no establecía diferencias entre el contenido (la novela) y el contenedor (el papel) está desfasada y no es extrapolable a los nuevos formatos. Ahora, existen los lectores electrónicos (dispositivos utilizados para leer), y los libros electrónicos (obras literarias o científicas digitalizadas).

Los nuevos tiempos requieren nuevas leyes. Si no se moderniza la regulación de los tipos impositivos de manera inmediata en el sector del libro, se cometerá un grave perjuicio contra la industria editorial y se fomentará de manera indirecta la copia ilegal de archivos entre aquellos usuarios que consideren que pagan un precio desproporcionado por un producto virtual, en comparación con aquellos consumidores del libro tradicional. La reducción del IVA de los libros electrónicos hasta un 4 % rebajaría sensiblemente su precio de venta al público, lo equipararía al formato en papel y permitiría una competencia justa entre productos. En cambio, postergar esta decisión puede salvaguardar el sector tradicional a corto plazo, pero perjudicará de manera irreversible a la industria del libro a largo y medio plazo.

Víctor Gutiérrez Sanz
AyG

viernes, 13 de julio de 2012

Nuevas formas de lectura

El ensayo El Lectoespectador, de Vicente Luis Mora (1970), se fundamenta en un debate tan vigente que es difícil separarlo de la polémica. La corriente estadounidense de teorización de la literatura que se desarrolló durante todo el siglo XX generó una basta bibliografía, llena de obras profundamente contradictorias, de las que aún hoy es difícil sacar conclusiones claras. El formalismo ruso impulsado por el crítico V. Propp, el estructuralismo francés, la crítica sociológica o la psicocrítica (amparada en los estudios de Freud) trataron de crear un estudio literario científico. En cambio, el New Criticism y las vanguardias apostaron por la máxima del teórico De Man que, en su obra La resistencia de la teoría, dijo la celebre frase, “la teoría literaria consiste en la imposibilidad de su definición”.

El lectoespectador es el primer intento de crear un marco teórico para la literatura en el siglo XXI. Vicente Luis Mora retoma el debate y añade nuevas realidades que han surgido recientemente con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y, por supuesto, con lo cambios que ha ocasionado la disrupción tecnológica del libro electrónico. En el prólogo, el autor ya anuncia la tesis que luego desarrollará durante gran parte del texto: “Llevo años sosteniendo que los cambios que se están produciendo en la sociedad, fulminantes y paradigmáticos en algunos casos, están provocando una dinámica de flujos, prácticamente en marcha, con las práctica culturales y literarias”.

El lectoespectador es un libro cuya mejor sinopsis es su título. Vicente Luis Mora no trata de teorizar sobre los nuevos modelos de negocio como ya hizo Enrique Dans en su obra Todo va a cambiar. Tampoco intenta vaticinar cómo será el futuro de libro al igual que hacen, en diferentes medios de comunicación, gurús informáticos como Negroponte. “El objetivo último de este libro no es tener razón, ni plantear dogmáticamente modos de entender lo que está pasando, ni proponer recetas. El objetivo es pensar sin más, porque pensar es en sí mismo indeclinable” dice el propio ensayista en las páginas de su obra. Luis Mora está más cerca de los postulados anti-teóricos de De Man, que del formalismo estructural de Propp. Para él, lo literario posee infinitas definiciones y es absurdo reducir la complejidad del arte a las tendencias críticas del momento.

En el ensayo, se pueden extrapolar tres conceptos que se desarrollan de manera transversal en todos los capítulos. Por un lado, Vicente Luis Mora define la nueva Pangea que se ha creado con Internet. Ahora, ya no existen barreras espaciales ni temporales y esto ha provocado una interconexión de flujos informativos infinitos. Para el teórico, los esquemas mentales del siglo XX han sido rechazados en un lapso tan corto, que es lógico que la sociedad contemporánea viva profundas contradicciones que dependen de las capacidades adaptativas del sujeto.

Vicente Luis Mora, foto de Páginas de Espuma

La segunda idea, siempre relacionada al concepto de Pangea, trata sobre el nuevo modelo de lectura que se está desarrollando. Para Luis Mora, la interrelación con flujos constantes que se ha desarrollado en el mundo, unida a la supremacía de la imagen, ha generado que el “lectoespectador” lea pantallas y no tanto palabras. “Vivimos, como decía Culler, en una sociedad donde la televisión, el cine y las nuevas tecnologías dominan el saber común de los ciudadanos y cualquier cosmovisión literaria que las ignore deliberadamente y represente el hoy mediante escenas de falso costumbrismo pretelevisivo abunda en estructuras sociales esclerotizadas e inexistentes, y apela a unos saberes antiguos que ya no presiden nuestro imaginario”.

El tercer concepto que se desarrolla durante todo el ensayo hace referencia a la evolución que debe acaecer en la crítica literaria que, desde su punto de vista, también sigue anquilosada en códigos del pasado y que no responde a las nuevas necesidades del lector. Luis Mora defiende que “a diferencia de la tradicional, la crítica moderna debe crear un texto nuevo o diferente frente al texto originario”. Es decir, cree que se debe crear una concatenación de textos dialógicos que enriquezcan la obra para así prescindir de cánones anquilosados y arcaicos que son intransferibles a la nueva realidad.  

Este nuevo ensayo de Vicente Luis Mora sigue el mismo estilo que su anterior obra Pasadizos. Espacios simbólicos entre arte y literatura (Páginas de Espuma, 2008). Lo pretensión innovadora en la formas de expresión provocan en el lector muchas veces el hastío y la incompresión; no obstante, los partes oscuras y, a veces, redundantes se compensan con puntos de vista novedosos que al menos no caen en los tópicos y clichés de otros tantos. Luis Mora, que a parte de escritor, poeta y ensayista es doctor en Literatura Contemporánea y director del Instituto Cervantes en Marrakech, trata de teorizar sin imponer, explica a base de sugerencias. Por ejemplo, el libro termina con esta frase: “El  deslizamiento es el don de atreverse a pulsar sobre el botón de salir en medio de un mundo que nos condena al pause. Haga click, pulse escape, atrévase a salir, cuanto antes mejor”. Algunos la interpretaran como una secuencia lógica de la novela 1984, otros entreverán una oda a las posibilidades del mundo moderno. Da igual, el único objetivo es pensar. 


El lectoespectador
Vicente Luis Mora
Seix Barral. Colección “Los tres mundos”
18 euros. 271 páginas.

Víctor Gutiérrez Sanz

AyG

viernes, 6 de julio de 2012

Hace un año


Puente Brooklyn al atardecer

Víctor Gutiérrez Sanz
AyG


Pan y fútbol


El otro fútbol

Miguel Delibes

Ediciones Destino (1982)

102 páginas. 5,95 euros


El árbitro toca el silbato y comienza el partido. Millones de personas se agolpan frente al televisor, mientras unos pocos privilegiados se comen las uñas delante de esos veintidós jugadores. “¡Uy!”, gritan algunos viendo como se marcha la pelota rozando el travesaño. Los espectadores lo sienten, lo viven y lo sufren. El fútbol moderno posee las características más definitorias de la sociedad contemporánea. Por un lado, durante los últimos años se ha impregnado de la esencia del capitalismo; por otro, concibe al individuo como un ser gregario pero independiente. Miguel Delibes en una de sus obras más desconocidas, El otro fútbol, filosofa con motivo del Mundial de 1982 sobre el deporte rey. Es una compilación de artículos que está muy lejos de ser una publicación meramente anecdótica. Ni mucho menos. En el libro, se puede entrever al Delibes periodista, al Miguel más humano.

“¡Eso es roja!”, gritan algunos ciegos de ira. El odio irracional hacia el adversario quizás sea una de las mayores contradicciones del deporte, no obstante, muchos dicen que en las plazas lo que más une es la pelota. “Ese tío está ahí de adorno. No da pie con bola”, se quejan en las gradas. Abajo, sobre un tupido césped, trabajan un grupo privilegiado de hombres (las masas aún están vetadas a los deportes femeninos) de heterogéneas procedencias y muy distintos objetivos. Mientras tanto, los espectadores vitorean unos himnos y visten ciertos colores con marca registrada. Miguel Delibes en el segundo artículo sobre el fútbol dice: “Puedo asegurar que en treinta años corridos que llevo en este oficio de emborronar cuartillas nunca un trabajo mío ha desencadenado un tan abundante número de réplicas (...) el fútbol, en cualquier circunstancia política, constituye la pasión dominante para no pocos españoles”. Quizás esta pasión fue la que atrajo al escritor a los campos, quizás fue la masificación lo que le alejó.


Una relación de amor y odio

Cero a uno y el árbitro pita el descanso. Los aficionados del Nuevo José Zorrilla tiemblan mientras otros sueñan. En los medios nacionales no ha tenido mucha repercusión el encuentro, pero dos ciudades enteras esperan con ansia el final del partido. Llegados a este momento es imposible disfrutar. Miguel Delibes también sufrió con el Real Valladolid. En el artículo “El tema del fútbol” cuenta como “durante seis largos lustros” fue asiduo al equipo pucelano. “Asistí a su empecinado trajín en Tercera División, a su paso fulgurante por la Segunda y a sus casi veinte años en Primera, campeón de invierno en una ocasión, empatándole al Madrid en Chamartín”, cuenta Delibes.

Se reanuda el encuentro y vuelve la angustia. El estadio respira sofocado: “¡Uf!”, "¡Venga!”, “¡Ánimo!". Al final, llega el gol y la alegría estalla en toda la ciudad. El año que viene volverán los grandes, multimillonarios, a pasear por la ciudad. Delibes, hace más de treinta años, ya lo contaba: “El fútbol fue perdiendo paulatinamente su carácter lúdico y los futbolistas ya no saltaban a la pradera a jugar, sino a ganar dinero”. Ahora bien, en el estadio nadie piensa en ello, el deporte rey aún tiene algo especial, emotivo y distintivo. Dentro de poco tiempo volverán las caras largas y también las dudas, pero hasta entonces, no pasa nada por sentirse bien.


Grandes cambios

El otro fútbol es una grata combinación entre literatura, periodismo y deporte. Los tres artículos iniciales versan sobre el mayor espectáculo de masas de la sociedad contemporánea. El primero, que da título al libro, se centra en la Eurocopa de 1980 y en cómo avanzaba el juego defensivo frente al creativo. En el segundo texto, “El tema del fútbol”, se muestra el Delibes más humano. Habla de su relación con el fútbol, de su infancia entre juegos y de la idiosincrasia del deporte contemporáneo. Y en “Sobre el Mundial”, el escritor se desahoga criticando a una Selección Española carente de juego y de competitividad (¡qué tiempos!).

Años después, Delibes retomó repetidas veces el tema del fútbol en sus textos periodísticos. En su obra Pegar la hebra, plasma su desencanto, mientras que en el divertido artículo “El fútbol en pantalla” se queja de las repeticiones y la retórica superflua de los comentaristas televisivos. Todo ello con un estilo pulcro, irónico, austero y preciso, es decir, con la pluma de un Premio Cervantes. Suena el pitido final. Las gradas corean al unísono: “¡Pucela! ¡Pucela!”. Efímera felicidad. Eterna literatura.


Víctor Gutiérrez Sanz
AyG

lunes, 7 de mayo de 2012

Elniñoquequeríaserdiferente

En el pueblo que se llamaba Visavis vivía Elniñoquequeríaserdiferente. Su primer apellido era García, su segundo, López; en el colegio no sacaba malas notas, pero tampoco extraordinarias; y cuando un día, emocionado, descubrió una pelusilla incipiente sobre su labio superior, observó que algunos de sus compañeros ya se afeitaban. Su ansia por ser diferente le condujo a la política. Allí tampoco resaltó y eso se convirtió en su principal cualidad. Ganó adeptos y en poco tiempo consiguió ser candidato. Por fin, Elniñoquequeríaserdiferente era feliz. Pero la dicha fue efímera, durante el primer debate televisado en el que participaba, comprendió que no podía vencer a un espejo.



Víctor Gutiérrez Sanz

sábado, 14 de abril de 2012

Anomalía en los genes de la clase política española

Debe ser una disfunción genética de la clase política española, no hay otra explicación posible. Al igual que muchos animales poseen algunas conductas condicionadas por sus genes, los dirigentes de este país deben tener algo escondido en su ADN que les lleva siempre que hay algún tipo de desastre económico a recortar en investigación y desarrollo. Si se observa sus programas políticos o si se analizan sus discursos, se puede sonsacar que ellos defienden (o dicen defender) todo lo contrario. Con palabras, todos los partidos políticos abogan por la ciencia y la investigación como motor de desarrollo del país. Ahora bien, a la hora de la verdad el instinto es más fuerte.

El programa electoral del Partido Popular para las pasadas elecciones decía: “La investigación, la innovación y la transferencia son elementos imprescindibles para desarrollar una economía competitiva y avanzada”. Sin embargo, en los presupuestos para el presente año han decidido recortar en 600 millones la partida dedicada al I + D + i.

Esta reducción del presupuesto supondrá cancelaciones de proyectos, menos becas y una alarmante devaluación laboral de los científicos españoles. Es decir, se da una puñalada a la investigación nacional y con ello se entierra la esperanza de crear un modelo productivo sostenible. Con el tiempo, a lo mejor se consigue dejar atrás esta penuria económica a base de generar nuevas “burbujas” y dentro de no muchos años, cuando haya otra crisis porque el sistema era insostenible, surgirán políticos que defiendan la ciencia para luego desdecirse cuando estén en el poder. Una pena que ya no haya dinero para investigar esta conducta y ver si se trata de una anomalía genética.

Víctor Gutiérrez Sanz
AyG


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