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jueves, 27 de mayo de 2010

De la universidad para todos, a la universidad para cualquiera

La evolución del sistema universitario a lo largo de la historia ha seguido un proceso de apertura y democratización, de ser un servicio únicamente accesible a una élite oligárquica pasó a ser una “universidad para todos”. Sin embargo, en la actualidad se ha dado un paso más, y es que se ha convertido en una “universidad para cualquiera”.

En los albores de la creación de las universidades, en la Alta Edad Media, la posibilidad de cursar estudios superiores se restringió a aquellos nobles o miembros del clero que debido a su posición privilegiada monopolizaban la cultura. El tercer estado nunca tuvo el privilegio de adentrarse en los focos culturales.

Estas primeras universidades europeas eran generalmente controladas por un poder religioso y los estudios que en ellas se cursaban se centraban a ámbitos escolásticos. Sin embargo, con la llegada del Renacimiento, el pensamiento científico y humanista llegó a los centros de educación superior, aunque seguían siendo reducto para privilegiados.

La llegada de la universidad moderna vino de la mano de la Revolución Industrial y del racionalismo. Las puertas de estos centros se comenzaron a abrir lentamente a todos. Durante el s. XX el estado del bienestar comenzó a desarrollar un sistema de becas para que todo aquel que lo deseara pudiera estudiar. Y, poco a poco, las mujeres comenzaron a ocupar los pupitres de manera creciente.

La universidad era ahora un reducto no de oligarcas, sino del saber. Un núcleo cultural que impulsó los cambios más drásticos de las últimas décadas, como mayo de 1968 o la oposición contra el franquismo. El movimiento universitario se constituyó durante muchos años como un grupo de presión capaz de movilizar a la opinión pública. Hoy su peso ha disminuido de manera drástica, de una manera directamente proporcional a la calidad del sistema universitario.

De la democratización de la universidad, de la “universidad para todos”, se ha pasado en una universidad para cualquiera. El proceso degenerativo ha sido grave y muy rápido. Y es que, la creciente clase media que se ha generado en occidente ha desdibujado el concepto de enseñanza superior.

El título universitario es ahora un elemento dador de prestigio. Los padres conciben a la universidad como un grado más en los estudios. Tras el bachillerato, una carrera y luego al mundo laboral. Esta senda marcada sin ningún criterio ha hecho que los universitarios, y lo que es más preocupante, toda la sociedad vean el primer año de carrera como tercero de bachillerato.

Hoy en día existe una un gran porcentaje estudiantil que ocupan las aulas universitarias durante años porque sus padres así lo quieren. No cursan una carrera por propia voluntad, sino que siguen el camino que les delimita la sociedad. Se cae en el error de buscar una formación social, en vez de una formación personal e integra.

Parte de este problema es consecuencia del desprestigio que tiene los módulos de formación profesional. Esto supone que todos sigan el camino por el que año a año se avanza en curso y que en las carreras exista una cantidad ingente de personas sin ningún tipo de motivación.

El paradigma del concepto universitario ha cambiado, ya que ahora no se oferta unos estudios para todos aquellos que quieran cursarlos, sino para aquellos que no sepan que hacer desde los 18 a los 24 años con su vida.

Lo lógico, frente a este proceso de degradación es que la comunidad universitaria y los estados tomaran medidas. No sería algo novedoso ya que muchas veces se han producido cambios para reconducir el camino y mejorar el modelo. Por ejemplo John Locke, en su obra Pensamientos acerca de la educación, desaconsejaba el modelo de estudios religiosos vigente y proponía la reconducción hacia unos estudios empíricos. Este texto hizo que se estudiara a Newton en las facultades de física lo que llevó a la evolución de toda la humanidad.

El Plan Bolonia parecía que iba a ser eso, una reconducción a la senda correcta, pero nada más lejos de la realidad. El Espacio Europeo de Educación busca “establecer un sistema de titulaciones, cuyo primer ciclo prepare a los universitarios de acuerdo con el mercado de trabajo europeo” para ofrecer un nivel de cualificación adecuado.

Las bases es la que se fundamenta el proceso de cambio que viven este año todas las universidades españolas se pautan como objetivo: “proporcionar una formación universitaria en las que se integren armónicamente las competencias más específicas que posibiliten una orientación profesional que permita a los licenciados una integración al mercado de trabajo”.

El Plan Bolonia o Espacio Europeo de Educación pretende hacer de las universidades un gran módulo de formación profesional en el que producir peones de trabajo eficientes y preparados. El cambio que va a sufrir el concepto universidad será enorme e irreversible como no se actúe pronto.

Las aulas universitarias, antes núcleos del saber, se convertirán en un segundo bachillerato en el que cada gremio dará las directrices necesarias a los nuevos trabajadores para que ejerzan su trabajo. Los gobiernos han hecho este cambio bajo una cortina de humo de buenos propósitos y desinformación. En ningún momento se ha expuesto a la soberanía del pueblo y a su voto esta decisión, sino que se ha cerrado filas descalificando a los opositores.

El Estado tiene diferentes herramientas de educación para sus ciudadanos. Existe el bachillerato, la formación profesional y la universidad. Cada cual responde a una función muy digna que no se debe confundir. Es cierto que es necesario un cambio de rumbo en las universidades españolas, pero este no es el camino.

Víctor Gutiérrez Sanz
AyG