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martes, 23 de noviembre de 2010

El mundo mundea

“El mundo mundea, la nada nadea”. Esta frase fue escrita por uno de los filósofos más importantes del s. XX, el alemán Heidegger. Hay quien califica esta reflexión de brillante; otros, como el pensador argentino Mario Bunge,  opinan que se trata de una sentencia carente de todo significado; y otros, simplemente, no la entienden.

Enunciados como este se pueden leer en profusión de ensayos, multitud de revistas, en páginas y páginas sin que una gran mayoría de la sociedad crea comprenderlas. Existe una parte de la comunidad intelectual que aprueba y glorifica a los pensadores que dicen algo semejante sin importarles el desconcierto que generan, ya que, conciben esas digresiones como el alimento de una pequeña oligarquía intelectual. Otra parte, en cambio, critica este uso barroco del lenguaje, que auspiciándose en una estructura gramatical compleja y en términos descontextualizados, en realidad, no dicen nada. Uno de los pensadores que más ha criticado esta postura de la corriente intelectual posmodernista ha sido el físico estadounidense Alan Sokal.

Su persona ha sido objeto de controversia durante los últimos años por sus publicaciones, libros y reflexiones, pero sobre todo, por su broma que se ha pasado a llamar: “El escándalo Sokal”. Y es que, harto de las peroratas que se producían en el ámbito intelectual, y especialmente, en el marco de las ciencias sociales; hastiado por el uso incorrecto de términos matemáticos y físicos desmarcándolos de sus significados primigenios, decidió demostrar la incongruencia en la que se estaba viviendo.

Escribió un artículo seudocientífico lleno conceptos equívocos, errores y mentiras siguiendo la estela de la corriente filosófica que criticaba. Lo hizo pasar por un ensayo fiable, contrastado y, en un ejercicio de sutil ironía, lo  tituló: “La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica”. El texto  se publicó en 1996, sin pasar previamente bajo la mirada de un ojo experto que se hubiera percatado fácilmente del engaño, en la revista posmodernista Social Text que se produce en la Universidad Duke.

Nadie dijo nada hasta que en el mismo año, pero en la publicación Lingua Franca, Sokal afirmó que todo se trataba de una broma pesada, un crítica feroz contra aquella oligarquía intelectual en la que se encontraban autores como Lacan, Kristeva, Irigaray, Baudrillard o Deleuze. Cuando se destapó el engaño se generó una polémica y la figura del físico estadounidense se sometió al escarnio público por unos y a las loas por otros.
Alan Sokal siguió defendiendo sus tesis y con este motivo publicó el libro Imposturas Intelectuales en 1997 con la colaboración del físico teórico belga Jean Bricmont. En este ensayo se defiende la tesis de que los posmodernistas han hecho un uso reiterado y abusivo de conceptos científicos sacándolos de contexto y sin preocuparse de si resultan pertinentes, ni siquiera de si tienen sentido.

Un absurdo que se plantea cuando, por ejemplo, la filósofa francesa Luce Iirigaray se plantea la sexualidad de la teoría de la relatividad de la siguiente manera: “¿La ecuación E=Mc2 es una ecuación sexuada? Quizá sí. Pongamos como hipótesis que si en la medida en que privilegia la velocidad de la luz en relación a otras velocidades de las cuales tenemos una necesidad vital".

Sokal arremete contra desvaríos así. Sentencias incongruentes que bien podrían ser epitafios ocurrentes para una forma de concebir el conocimiento, la ciencia y su divulgación.

AyG

Víctor Gutiérrez Sanz

 Imagen extraída de la página web: La ciencia y sus demonios

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3 comentarios:

Anónimo

Y Heidegger heideggerea.

Anónimo

Ya comienzo a entender por qué el postmodernismo es una calamidad incluso desde sus bases filosóficas; es decir, es casi imposible no percatarse de lo postmoderno, se encuentran por todos lados y son conocidos por su "profundidad" en la nada, piensan que son más intelectuales porque ven lo que los demás no, sin duda dicha "suprema habilidad" es su esperanza ante tanto vacío existencial. Pensé, sin embargo, que los filósofos postmodernos eran en realidad malinterpretados por esta nueva gente. Craso error el mío.

Andrés

El posmodernismo es a la filosofía lo que el expresionismo abstracto a la plástica.