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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Valladolid también envejece

 

Balada de gamberros 

Francisco Umbral
Editorial Menoscuarto (Colección Entretanto)
120 páginas, 8 €




Las ciudades, al igual que las personas, también envejecen. En Valladolid, no hace mucho, el Pisuerga se helaba en invierno, los niños jugaban a la guerra entre las orillas, y las parejas se dejaban llevar por la corriente de la clandestinidad en una barca alquilada por horas. Hoy, en cambio, la urbe ha pasado la adolescencia de la modernidad, y de aquellos años ya solo queda alguna vieja Balada de gamberros como la que escribió Francisco Umbral.
Esta pequeña novela, opera prima del escritor junto a Larra, anatomía de un dandy y Tamouré (obras que también se publicaron en 1965), es uno de sus textos menos conocidos. El relato, narrado en primera persona, recorre de la mano de un grupo de adolescentes la Valladolid de los años 50. Una ciudad cambiante, independiente, protagonista, que madura muy deprisa junto a los gamberros que deambulan por sus calles.

La transformación
Balada de gamberros es, esencialmente, una novela iniciática. Una historia sobre la transformación de unos niños que jugaban a ser adultos, una descripción sobre una metrópoli que se despertaba poco a poco de un largo sueño impuesto, un libro que por primera vez firmaba una tal Francisco Umbral. En suma, un texto que nació en uno de esos momentos mágicos en los que empieza todo. Ágil en la prosa y con unos diálogos fluidos, la trama danza al son de la música (primeros las coplas, luego el rock). El sexo y la violencia, temáticas constantes en la obra del escritor, abarcan la esencia del conflicto; mientras que el amor y la familia quedan en un segundo plano. Esta visión era completamente contradictoria a la sociedad de valores e hipocresía que reinaba en España; no obstante, también era el reflejo de una juventud que pretendía rebelarse, sin saber cómo, contra aquel anquilosamiento mental.

La esencia permanece
Los crímenes y desfases de la banda que protagoniza el libro progresan proporcionalmente al número de la página; tanto, que llega un momento en la historia (el instante mágico) en que sus pillerías trascienden y alcanzan la prensa: “Una juventud que traiciona la educación recibida”, “No se trata sino de delincuentes y malnacidos que ha habido en todas las épocas”. Así, con esta punzante ironía, describe Umbral los titulares que manchaban los periódicos de la ciudad. Unos ejemplares que hoy no parecen tan ficticios ni tan lejanos en el tiempo. El ciclo se repite y, aunque muchas cosas cambian, la esencia permanece. En resumidas cuentas, solo quedan los mismos lugares de siempre.