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jueves, 25 de noviembre de 2010

Extraños

Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del váter levantada, la ducha goteando y el espejo empañado con una nota escrita en tinta de vapor de agua. “Te quiero” ponía. En la mesa de la cocina el zumo de naranja natural, el café en el microondas y el periódico sobre la silla. Desayuné, y cuando me quise dar cuenta ya tenía que ir a recoger al niño al colegio. Le di de comer. Le ayudé a hacer los deberes. Hice la cena y la dejé en el frigorífico. Antes de irme a trabajar di un beso a mi hijo y le dije: “recuerda a papá que baje la tapa”.



AyG

Víctor Gutiérrez Sanz
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martes, 23 de noviembre de 2010

El mundo mundea

“El mundo mundea, la nada nadea”. Esta frase fue escrita por uno de los filósofos más importantes del s. XX, el alemán Heidegger. Hay quien califica esta reflexión de brillante; otros, como el pensador argentino Mario Bunge,  opinan que se trata de una sentencia carente de todo significado; y otros, simplemente, no la entienden.

Enunciados como este se pueden leer en profusión de ensayos, multitud de revistas, en páginas y páginas sin que una gran mayoría de la sociedad crea comprenderlas. Existe una parte de la comunidad intelectual que aprueba y glorifica a los pensadores que dicen algo semejante sin importarles el desconcierto que generan, ya que, conciben esas digresiones como el alimento de una pequeña oligarquía intelectual. Otra parte, en cambio, critica este uso barroco del lenguaje, que auspiciándose en una estructura gramatical compleja y en términos descontextualizados, en realidad, no dicen nada. Uno de los pensadores que más ha criticado esta postura de la corriente intelectual posmodernista ha sido el físico estadounidense Alan Sokal.

Su persona ha sido objeto de controversia durante los últimos años por sus publicaciones, libros y reflexiones, pero sobre todo, por su broma que se ha pasado a llamar: “El escándalo Sokal”. Y es que, harto de las peroratas que se producían en el ámbito intelectual, y especialmente, en el marco de las ciencias sociales; hastiado por el uso incorrecto de términos matemáticos y físicos desmarcándolos de sus significados primigenios, decidió demostrar la incongruencia en la que se estaba viviendo.

Escribió un artículo seudocientífico lleno conceptos equívocos, errores y mentiras siguiendo la estela de la corriente filosófica que criticaba. Lo hizo pasar por un ensayo fiable, contrastado y, en un ejercicio de sutil ironía, lo  tituló: “La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica”. El texto  se publicó en 1996, sin pasar previamente bajo la mirada de un ojo experto que se hubiera percatado fácilmente del engaño, en la revista posmodernista Social Text que se produce en la Universidad Duke.

Nadie dijo nada hasta que en el mismo año, pero en la publicación Lingua Franca, Sokal afirmó que todo se trataba de una broma pesada, un crítica feroz contra aquella oligarquía intelectual en la que se encontraban autores como Lacan, Kristeva, Irigaray, Baudrillard o Deleuze. Cuando se destapó el engaño se generó una polémica y la figura del físico estadounidense se sometió al escarnio público por unos y a las loas por otros.
Alan Sokal siguió defendiendo sus tesis y con este motivo publicó el libro Imposturas Intelectuales en 1997 con la colaboración del físico teórico belga Jean Bricmont. En este ensayo se defiende la tesis de que los posmodernistas han hecho un uso reiterado y abusivo de conceptos científicos sacándolos de contexto y sin preocuparse de si resultan pertinentes, ni siquiera de si tienen sentido.

Un absurdo que se plantea cuando, por ejemplo, la filósofa francesa Luce Iirigaray se plantea la sexualidad de la teoría de la relatividad de la siguiente manera: “¿La ecuación E=Mc2 es una ecuación sexuada? Quizá sí. Pongamos como hipótesis que si en la medida en que privilegia la velocidad de la luz en relación a otras velocidades de las cuales tenemos una necesidad vital".

Sokal arremete contra desvaríos así. Sentencias incongruentes que bien podrían ser epitafios ocurrentes para una forma de concebir el conocimiento, la ciencia y su divulgación.

AyG

Víctor Gutiérrez Sanz

 Imagen extraída de la página web: La ciencia y sus demonios

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viernes, 19 de noviembre de 2010

La hipótesis del periodista

El 24 de junio de 1947 Kenneth Arnold, piloto civil estadounidense, reportó el primer avistamiento de un objeto volador no identificado (ovni). Los medios de comunicación norteamericanos de la época se hicieron eco de este testimonio, tanto, que la propia Asociated Press (AP) publicó la noticia haciendo que pasara de tener un carácter meramente local al ámbito nacional. En las semanas y en los años siguientes el número de avistamientos se multiplicó. Había nacido el fenómeno ovni.

Las publicaciones al respecto se cuentan por miles y en el buscador de Internet Google con solo teclear el acrónimo aparecen 5. 050.000 resultados. La fiebre del ovni o de los platillos volantes comenzó cuando Kenneth Arnold narró su experiencia a la prensa, hoy, es una realidad tangible basada en las hipótesis. Nadie ha demostrado científicamente la existencia de estas naves extraterrestres, nadie ha negado la posibilidad de que haya vida en otros planetas.

Cuando el estadounidense contó su anécdota a la prensa dijo, con la intención de ejemplificar el movimiento de aquellos objetos voladores, que “se movían como un platillo lanzado a través del agua”. La prensa tomó estas palabras, las tergiversó e hicieron del término “platillo volante” un sinónimo de nave extraterrestre. Películas, libros y series de televisión se han embebido de esta representación y hoy en día es parte de la cultura popular. Un error periodístico creó los platillos volantes, pero ¿y el fenómeno ovni?

Una investigación del escritor científico Keay Davidson sugiere que aquellos ovnis reportados hace más de medio siglo por Kenneth Arnold pudieron haber sido fragmentos de meteoritos brillantes. El científico dice en su artículo que la mayoría de los avistamientos se producen en el mes de junio a mediodía. Fechas y horas en las que se originan el mayor porcentaje de entradas de meteoros en la atmósfera terrestre. Coincidencia o no, muchos avistamientos múltiples han sido contradichos por datos científicos y contrastados, como el de 1969, que gracias a la pericia de un fotógrafo se pudo demostrar que aquellos ovnis no eran más que meteoros que ionizaban el aire por el contacto. Entonces, ¿por qué la prensa trasladaba estas informaciones a sus páginas?

Arnold nuca dijo que aquellos objetos voladores tuvieran forma de plato, solo describió su movimiento. Los científicos no han demostrado que exista vida inteligente en otros planetas, tampoco lo han negado. Pero, los periodistas sí. Hablan, dictan sentencia y hacen de las hipótesis verdades impresas. En todas las facultades de comunicación se instruye a los pupilos en contrastar toda la información antes de publicarla. En no mentir, en decir la verdad, o por lo menos, en buscarla. La veracidad es el elemento intrínseco a la profesión periodística, pero las ansias de vender portadas lo corrompen.

Es innegable que la repercusión de la prensa en la sociedad es muy alta. Existe un acuerdo tácito entre el periodista y el lector, quien compra un periódico o escucha la radio espera una información, un análisis, una opinión… pero nunca una mentira, o lo que es peor, una verdad a medias.

El reportero debe andar con pies de plomo sobre un mundo cada vez más complejo. Debe observar y transcribir. Mirar y retratar. Informar. Por ello no se puede tomar una hipótesis científica como algo contrastado. Es incorrecto hacer de una conjetura una verdad con la mera intención de conseguir un titular. Kenneth Arnold vio nueve objetos voladores desde su avioneta, cada uno puede creer lo que quiera, pero no hubo ningún platillo volante, eso es un error. Aunque, ¡qué más da!, son solo hipótesis de periodistas.

AyG

Víctor Gutiérrez Sanz

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