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lunes, 8 de junio de 2009

Mata que no les duele

Mucha gente sueña con poder no sentir el dolor. Convertirse en una especie de superhéroe capaz de parar las balas con las manos y recibir golpes sin inmutarse. Insensibilidad añorada por tantos niños que imitando a Superman se golpearon en la rodilla. Intentaron volar, saltaron desde la mesa y en mitad del vuelo descubrieron el poder de la gravedad. No lo volverán a hacer.
El dolor no siempre se trata de algo negativo. Cuando te golpeas, te quemas o notas la molestia en una muela tu cuerpo te avisa de que algo va mal. Un impulso nervioso que recorre las neuronas por distintos caminos, hacia la médula espinal provocando un arco reflejo o hacia el cerebro dando la señal de alarma, mantiene comunicado tu cuerpo y tu mente. Una cadena perfectamente estructurada de acciones y reacciones. El sufrimiento es una ventaja evolutiva, quien no lo padece tiene un grave problema.
La analgesia congénita es una rara patología que conlleva la indiferencia del individuo a la dolencia física. Su sistema genera una sobreabundancia de endorfinas que lo anestesian permanentemente frente a cualquier dolor. El niño se tira de la mesa imitando a Superman, descubre que no puede volar, pero le hace gracia y sigue probando. Una apendicitis, una hemorragia interna, o un golpe fuerte los puede matar sin que se enteren de lo que les pasa.
Las personas que sufren esta enfermedad son insensibles físicamente, no psicológicamente. En la sociedad global se ha producido el efecto contrario, existe una hipersensibilidad al propio dolor y una analgesia contra las enfermedades del mundo. Violencia, datos de hambrunas y masacres en lugares recónditos no producen ninguna dolencia en la población. Se ha roto la cadena de acción reacción.
Las endorfinas que adormecen a la sociedad no actúan constantemente. Parece ser que aún se perciben ciertos estímulos que provocan el desasosiego en las personas. Eve of destruction (Vísperas de destrucción) es una canción de los años 60 compuesta por P. F. Sloan y convertida en himno de una generación por la voz de Barry McGuire. En ella avisan de que el mundo está herido, que existe una terrible hemorragia interna que le quita poco a poco la vida. La canción transmite una rabia frustrada, provoca malestar, ganas de gritar y correr. Alejarse de la muerte, la sangre y las vísceras de destrucción que salpican con cada bombazo.
Pero la canción llega al final y todo vuelve a la normalidad. Los últimos acordes se acompañan de una voz ya exhausta por gritar todas las injusticas que se cometen. Entre la ironía y la frustración vuelve cantar una vez más el estribillo que dice “¿Amigo no te crees que estamos en las vísperas de la destrucción?”. Tres minutos y veintinueve segundos. Se acaba la canción. Concluye el texto. Miles de personas mueren cada día. Indiferencia. Insensibilidad. Anestesia social. ¡Destrucción!

AyG

Víctor Gutiérrez Sanz