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miércoles, 4 de agosto de 2010

Consecuencias

-Bueno entonces, ¿cómo coño funciona esto?

-Es muy sencillo caballero: usted lo único que debe hacer es tomarse una pastilla con cada comida y por la noche, justo antes de ir a dormir se concentra en dos recuerdos previamente seleccionados. A la mañana siguiente esos recuerdos habrán desaparecido.

-Muy bien, pero, ¿hay que comer algo, tiene efectos secundarios…?

-Lo mismo que con un ibuprofeno de 600.

El viejo desaliñado y apestando a alcohol y tabaco lanzó una mirada de incredulidad al doctor, o médico o científico, vamos, al hombre con bata blanca.

-Demasiado fácil, demasiadas noches ahogado en el vómito de mi vergüenza para que me digas que con siete pastillas puedo morir tranquilo. Me resulta imposible metérmelo en la puta cabeza.

-La ciencia avanza caballero, siempre al servicio del ser humano, siempre rectificando errores del pasado.

-Y después ¿qué?

-Después nada, se acabó. El mal que hiciste desaparecerá de tu memoria. Los recuerdos que tú desees no te volverán a roer por dentro.

-Bueno pues vamos a intentarlo. Si me muero se acaba todo de una puñetera vez, si lo consigo se acaba todo también. Creo que esta es la decisión más fácil que he tomado en toda mi vida.

Sentado sobre la camilla se acariciaba la barba jugando con la posibilidad de olvidarla, de olvidarlo, de no recordar todo cada segundo de esa miseria que llamaban vida. Alargó un brazo lleno tatuajes y puso la palma de la mano hacia arriba esperando recibir el bote con las pastillas. El científico metió una docena en un frasco y lo acompañó de una hoja con recomendaciones. El viejo, con un amago de sonrisa en la cara, cerró el puño con fuerza e ilusión abrazando al olvido.

-¡Ah! Y recuerde que en tres días espero su visita para que me cuente sus progresos, sus experiencias y cualquier conflicto esporádico que haya podido surgir.

-¿Y si decido olvidar esto también?

-Entonces entenderé que la terapia ha sido un rotundo éxito y podré sacar las pastillas Olvidum al mercado.

Ambos se miraron y se dieron la mano. El contacto fue fugaz, ambos sintieron acariciar su sueño en el otro.

La sala de conferencias estaba abarrotada. Medios de comunicación de ciento treinta países cubrían el evento. Se iba a presentar el avance científico del año o quizás del siglo. El hombre de bata blanca sudaba arropado por los flashes de la gloria. Buscando parar el tembleque de su pierna izquierda dobló la rodilla mientras se pellizcaba con insistencia. Su cara era un cuadro de Picasso con una sonrisa desdibujada que no encontraba su espacio natural en el rostro.

Cuando cesaron durante dos segundos los fotógrafos levantó la mano del atril y pidió silencio. Este fue inmediato fruto de la expectación levantada. Con un leve carraspeo se aclaró la voz y comenzó su discurso que llevaba preparando dos semanas.

-Buenas noches. Hoy nos hemos reunido todos aquí para presentar en sociedad a Olvidum. ¿Cuántas veces soñasteis con olvidar algo? ¿Cuántos traumas sin resolver? Por fin hay una solución. El mal de amores no lo curará el tiempo sino dos pastillas de Olvidum con cada comida. Por fin podemos borrar esos pasajes que martirizan el alma…

De repente una carcajada despiadada se elevó sobre la marabunta de periodistas. Todas las caras se tornaron inmediatamente hacia él. Y allí, entre un mar de maniquís de corbata y traje, apareció un viejo borracho con lágrimas en los ojos. El científico intentó proseguir obviando la incómoda interrupción.

-Olvidum saldrá al mercado en menos de dos semanas y el precio podrá variar dependiendo de las ayudas…

-¿Para qué? Si esto es un puto fraude- gritó el viejo mientras avanzaba hacia el estrado.

El científico que no podía seguir ignorando aquello se quedó observando a aquel indigente.

-¿Perdón, le conozco?

-Y yo que coños sé puto estafador.

Entonces lo reconoció, era él, aquel conejillo de indias que nunca volvió.

-¿Por qué dice eso caballero?

-Porque esto no vale una mierda, no sirve para nada.

-Los resultados están probados…

-¿Y qué?

-¿Cómo que y qué? Estamos ante la posibilidad de rectificar.

-No de rectificar de borrar.

-Bueno, pues de borrar. Hemos conseguido fabricar una redención a la humanidad. Vamos a borrar todo el mal que hemos hecho.

-No… porque no hay mal ni bien, tan solo hay consecuencias, consecuencia de tus acciones. Y esas nos perseguirán por siempre…- dijo mientras las lágrimas corrían por su mejilla.



Víctor Gutiérrez Sanz
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1 comentarios:

Samuel

Impresionante relato, me ha gustado muchísimo